«Ama, ama, ama… ¡y ensancha el alma!» Extremoduro
Arima significa alma en euskera.
Desde la antigüedad siempre se ha considerado al ser humano como el resultado de un conjunto de fuerzas que le hacen ser quién y cómo es. Con una forma: el cuerpo (denso, palpable, tocable…) y una función: el alma (la chispa, el motor, la motivación…) que impulsa al cuerpo, ese conjunto de músculos, huesos y sangre, a la acción: al movimiento o a la calma.
Tanto la salud como la enfermedad no residen solo en el cuerpo. Cualquier vivencia, cualquier suceso, cualquier emoción se vive en los diferentes planos: el físico, el emocional, el mental y el del alma. Cada uno de nosotros somos diferentes (¡menos mal!) y percibimos la vida en función de los aspectos que tengamos más desarrollados, que más nos definan. Hay personas muy físicas, muy presentes en su cuerpo, que viven la vida a través de él y que cuando enferman van a presentar síntomas muy físicos y concretos sin parecer que el resto de esferas se haya visto involucrado; pero también existe gente más emotiva y más mental, en los que pese a que los síntomas se expresen en el cuerpo, el origen de su dolencia proviene de otro lugar: una emoción, un pensamiento o una inercia que se ha quedado bloqueada en algún momento del camino.
Y entonces… ¿Por qué Arima? ¿Qué es el alma? La verdad es que no lo sé 🙂 pero me gusta pensar que es el motorcito que nos hace estar aquí, esa impronta de nosotros mismos que nos va acompañando en el camino y que, si somos capaces de dejarla libre, nos da alas para poder volar.
Y es aquí cuando hay que citar de nuevo a Manolo Chinato, éste es el objetivo de Arima Osteopatía: “…hay que volar… libre al sol y al viento… repartiendo el amor que tengas dentro”